jueves, 19 de enero de 2012

Piú Avanti, Lidia!!!

No te des por vencido, ni aún vencido,
no te sientas esclavo, ni aún esclavo.
trémulo de pavor, piensate bravo,
y acomete feroz, ya mal herido.


Ten el tesón del clavo enmohecido
que ya viejo y ruin, vuelve a ser clavo;
no la cobarde estupidez del pavo
que amaina su plumaje al primer ruido.


Procede como Dios que nunca llora;
o como Lucifer, que nunca reza;
o como el robledal, cuya grandeza
necesita del agua, y no la implora...


Que muerda y vocifere vengadora,
ya rodando en el polvo, tu cabeza!

Almafuerte -Pedro Bonifacio Palacios

jueves, 12 de enero de 2012

Estados De Animo

A veces me siento
como un águila en el aire
(de una canción de Pablo Milanés)
Unas veces me siento
como pobre colina
y otras como montaña
de cumbres repetidas


unas veces me siento
como un acantilado
y en otras como un cielo
azul pero lejano


a veces uno es
manantial entre rocas
y otras veces un árbol
con las últimas hojas


pero hoy me siento apenas
como laguna insomne
con un embarcadero
ya sin embarcaciones


una laguna verde
inmóvil y paciente
conforme con sus algas
sus musgos y sus peces


sereno en mi confianza
confiado en que una tarde
te acerques y te mires
te mires al mirarme.
Mario Benedetti

miércoles, 11 de enero de 2012

La Noche Oscura Del Alma

En una noche oscura,
con ansias en amores inflamada,
¡oh dichosa ventura!
salí sin ser notada,
estando ya mi casa sosegada.


A oscuras y segura,
por la secreta escala disfrazada,
¡oh dichosa ventura!
a oscuras y en celada,
estando ya mi casa sosegada.


En la noche dichosa,
en secreto, que nadie me veía,
ni yo miraba cosa,
sin otra luz ni guía
sino la que en el corazón ardía.


Aquésta me guiaba
más cierta que la luz del mediodía,
adonde me esperaba
quien yo bien me sabía,
en parte donde nadie parecía.


¡Oh noche que me guiaste!,
¡oh noche amable más que el alborada!,
¡oh noche que juntaste
amado con amada,
amada en el amado transformada!


En mi pecho florido,
que entero para él solo se guardaba,
allí quedó dormido,
y yo le regalaba,
y el ventalle de cedros aire daba.


El aire de la almena,
cuando yo sus cabellos esparcía,
con su mano serena
en mi cuello hería,
y todos mis sentidos suspendía.


Quedéme y olvidéme,
el rostro recliné sobre el amado,
cesó todo, y dejéme,
dejando mi cuidado
entre las azucenas olvidado.

San Juan de la Cruz (1542-1591)